Uno de los grandes mitos que arrastramos sobre la Inteligencia Artificial en el trabajo es que viene a reemplazarnos a todos. Que es como una especie de robot frío, sin alma, que hace la pega por nosotros y nos deja mirando desde la galería.

Pero la evidencia empieza a mostrar otra cosa: que más que sustituirnos, la IA puede transformarse en un compañero, uno de esos que te ayuda a sacar adelante las tareas, te aporta ideas desde ángulos inesperados y, además, mejora el ambiente. Así de alucinantes son las conclusiones de un estudio reciente de Harvard Business School y Procter & Gamble, donde se analizó el impacto de herramientas como ChatGPT en equipos reales, enfrentados a desafíos de desarrollo de productos.

La gracia del estudio es que se hizo en condiciones reales: profesionales con más de 10 años de experiencia, metidos en equipos interdisciplinarios, trabajando contra el tiempo y con resultados que podían escalar a la dirección de la empresa. Nada de laboratorio aséptico, sino la jungla del día a día corporativo. Y ahí apareció el dato clave: una persona con IA puede llegar a rendir igual que un equipo completo sin IA.

Eso no solo es sorprendente, es revolucionario. Significa que, con el entrenamiento adecuado, cualquier trabajador puede potenciarse al nivel de un equipo completo. Es como pasar de andar en bicicleta a tener una moto.

Un aporte real en muchos sentidos: eso es la Inteligencia Artificial en el trabajo, según estudio de Harvard Business School

Pero la cosa no queda ahí. Cuando se combinan equipos humanos con IA, el rendimiento mejora aún más. Y lo más interesante es que se desdibujan los límites entre las especialidades. Un experto en marketing empieza a proponer ideas técnicas. Un ingeniero se lanza con estrategias comerciales. La IA actúa como ese cable a tierra que permite que todos accedan a conocimientos que antes estaban encerrados en silos. Como alguien que ha estado enseñando esto en talleres y charlas por ya casi 2 años, no puedo evitar sentir un “¡te lo dije!” bien grande en la guata.

Otro dato que me hizo sonreír es el impacto emocional de la Inteligencia Artificial en el trabajo. Contra todo lo que se teme sobre el estrés y la deshumanización del trabajo con tecnología, los participantes que usaron IA reportaron sentirse más motivados, con menos ansiedad y más entusiasmo. En un mundo donde el “burnout” está a la orden del día, esto es un respiro. Y tiene sentido: cuando uno siente que tiene mejores herramientas, que puede resolver problemas más rápido y que está aprendiendo algo nuevo, la pega se vuelve menos carga y más juego.

Esto me conecta directo con lo que planteo en mi guía “Usa la InteligencIA”, y en la idea del “prompt carpenter”: no necesitamos ser ingenieros para usar estas herramientas, necesitamos ser buenos maestros digitales, que entienden cómo sacarles el jugo. Que entienden que esto no se trata de reemplazar neuronas, sino de darles más herramientas. Y que nuestro conocimiento y habilidades siguen siendo la base sobre la cual se construye todo lo demás.

Lo que hay que empezar a repensar

El estudio también toca algo que me tiene bien metido últimamente: cómo esta tecnología puede democratizar el acceso a tareas que antes eran exclusivas de los especialistas. Que alguien sin experiencia previa en desarrollo de productos pueda proponer soluciones de alto nivel gracias a la IA es una señal potente. Es decirle a todos y todas: sí se puede. Basta con tener las ganas de aprender y las herramientas adecuadas. Y si uno lo cruza con lo que vivimos en Chile, donde tanta gente se queda fuera de espacios de decisión por falta de acceso, esto abre puertas bien importantes.

Pero ojo, esta revolución también implica repensar cómo armamos equipos, cómo enseñamos en las universidades, y cómo formamos a las nuevas generaciones. Si la IA puede ser parte activa del proceso creativo, del análisis estratégico, del brainstorming, entonces nuestros esquemas tradicionales de jerarquía, especialización y evaluación de desempeño están quedando más antiguos que el hilo negro. Las organizaciones que entiendan esto primero van a llevar la delantera, no solo en productividad, sino en cultura laboral.

Como alguien que viene de las comunicaciones, la docencia y la producción audiovisual, no puedo evitar entusiasmarme con todo esto. Porque no solo es un cambio técnico, es una invitación a imaginar una forma de trabajo más colaborativa, más horizontal, más humana incluso. Donde la creatividad y la curiosidad vuelven a estar al centro. Y donde cada vez más personas pueden abrirse su propia puerta, sin pedirle permiso a nadie. Porque eso es lo más potente de tener un compañero de pega cibernético: que te recuerda que el futuro no es para los que saben más, sino para los que se atreven a usar lo que tienen.

Puedes revisar el estudio completo aquí: The Cybernetic Teammate: A Field Experiment on Generative AI Reshaping Teamwork and Expertise.

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